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viernes, 30 de diciembre de 2016

Amigo Txumari: los celíacos tenemos familias llenas de amor

Y a un día de acabar el año, piensas que ya no puede haber nada que te sorprenda. Y piensas que si hemos sobrevivido al año del "te curo la celiaquía con imanes", ya puedes sobrevivir a todo. Y entonces, de repente, cuando solo falta un día para terminar el año y cuando ya los imanes lo hemos superado, vas y te encuentras con esto. Y te cabrea. Y mucho. 

Claro que sí, amigo Txumari, vamos a salir en la tele y vamos a decir que la celiaquía se cura, jugando así con las ilusiones de las personas. Y mejor aún, vamos a decir que la curas tú en tu consulta, venga, te lo compro, cada uno se vende como quiere. Pero oye! ¿Qué te parece si mejor decimos que los celíacos somos celíacos porque tenemos una familia, vamos a decir, "especial"? Vamos, que esos calditos y mimos de tu madre cuando estabas enfermo en la cama, eran puro teatro. Que los cuidados de tus abuelos cuando tenías fiebre mientras tus padres trabajaban, era una farsa. Que las llamadas de tus hermanos, o primos, o vecinos, cuando te hinchabas a ibuprofenos, eran parte de un Gran Hermano. ¡¡¡Y todo eso lo has dicho tú!!! Lo has dicho cuando sales delante de una cámara de televisión y dices, olé tú, que los celíacos somos celíacos porque tenemos una FAMILIA DESESTRUCTURADA, porque el pan simboliza la familia, y como hemos vivido un trauma super-mega-tope-grande con nuestros parientes, hemos decidido en lugar de ir a un psicólogo cerrar nuestro intestino a cal y canto y que le den al gluten de por vida. ¡Claro que sí, amigo Txumari! Si es que en el fondo, todo está en la mente, ¿o eso dices, no? 

Espero que lo recuerdes el próximo día que tú estés enfermo: ¡ojo! No te fíes de los cuidados de tu mujer, son mentira. Espero que te acuerdes cuando alguien muy cercano vea su salud peligrar, pero sobre todo no le des mimos, ya no servirán: está enfermo porque tiene una familia desestructurada. 
Menos mal, amigo Txumari, que si vamos a tu consulta y - previo pago, imagino, que una cosa no quita la otra - podremos hablar contigo del tema y tú nos arreglarás las tripas y la familia, entiendo, porque si no, volveré a ser celíaca, no??? 

Amigo Txumari, gracias por este regalazo de tremenda generosidad y descubrirnos que los médicos nos engañan, que cualquiera puede ser psicólogo, que la familia es una mentira y que encima, estamos enfermos porque queremos (tenemos un conflicto no resuelto con nuestras emociones). 
¡Ah, por cierto! Espero que todo esto lo entienda también, pongamos, un niño celíaco que vive en lo que pensaba era una familia normal, rodeado del amor de sus padres, cuando en el próximo cumpleaños le digan "Tú de esto no puedes comer, que tiene gluten". Por favor, amigo Txumari, llámame que quiero ver ese día cómo obras el milagro.

Por favor, el organismo competente que tenga en su mano hacer algo, QUE LO HAGA, ya vale de tomarnos el pelo a los celíacos. 




martes, 6 de diciembre de 2016

Para esta Navidad, mi deseo es...


Hola! Las Navidades están a la vuelta de la esquina y, nos gusten en mayor o menor medida, todos hemos de pasar por ellas. Para muchos significan días de celebración familiar, entre amigos, de regalos y serpentinas; para otros serán días más espirituales, para otros más comerciales, para casi todos significan vacaciones y comilonas, pero para otros tantos serán también, en cierta manera, motivo de agobio. Y sí, estoy hablando de los celíacos, aunque perfectamente podrían extenderse las líneas que quiero compartir con vosotros a continuación a cualquier alergia o intolerancia alimentaria. Hoy, si me lo permitís, querría compartir con vosotros una pequeña reflexión.


Como ya he comentado en alguna ocasión, a mí me diagnosticaron la celiaquía a pocos días de Navidad. Recuerdo perfectamente cómo - literalmente - de la noche a la mañana todos mis productos hubieron de cambiar radicalmente. ¿Podré comer turrones? ¿Y polvorones? ¿El gluten está en todo, también en los productos navideños? ¿Existirán opciones sin gluten? ¿Qué hacen los demás celíacos? Recuerdo también cómo, a pesar del cuidado que intenté tener en TODO, no pude evitar hacerme estas preguntas al tiempo que me comía un maravilloso higo seco... sí, sí, de esos higos que tienen una contundente capa blanca por encima que, caí al segundo de tragármelo, es harina. Pero eso es otra historia. 

Ya estamos casi a mitad de diciembre y ya empiezan a asomar tímidamente las primeras felicitaciones navideñas. Seguro que os ha llegado ya al Whatsapp o al Facebook alguna felicitación llena de buenos deseos para el nuevo año y muchos regalos para terminar éste, salpicados de cenas y comilonas. Casi todas se repiten: alegría, felicidad, amor, amistad, prosperidad... y pienso yo, ¿y empatía? ¿Por qué no nos deseamos EMPATÍA a raudales, ahora que vamos a compartir tantas cenas y comilonas juntos? Resulta curioso descubrir cómo, en una sociedad en la que nos persiguen los carteles ofertando cursos de coaching y habilidades sociales en cada esquina y farola, muy poca gente practica algo tan básico y necesario para vivir en sociedad como es la empatía. 


Al poco tiempo de ser diagnosticada, me crucé en mi vida con una persona que, explicándole mi situación, hizo un ejercicio enorme de "empatía" cuando dijo que yo no necesitaba comida especial o diferente, lo que necesitaba era un psicólogo y tomarme las cosas con más calma. Preciosas palabras que estuvieron acompañadas de una cara de incredulidad y "esta tía está majara" aún más preciosa. Momento imborrable en el que te topas con la realidad de frente y, ¡ah, amiga! Descubres que todos no son igual de abiertos y empáticos cuando les hablas de tu situación. Cosas de la vida, varios años después volví a cruzarme con esa persona (desde aquel precioso intercambio de opiniones médicas por su parte no habíamos vuelto a coincidir), y lo primero que hizo fue pedirme perdón. Perdón porque por una situación familiar cercana, había descubierto realmente qué era la celiaquía. Perdón por haber dudado de mi palabra cuando le decía que no me encontraba bien. Perdón por haber pensado que realmente estaba "tarumba" y no tenía nada que ver con mi pan de cada día. Perdón por haberme mandado al psicólogo tan a la ligera... y sobre todo, perdón por haberme oído, pero no haberme escuchado. 
De los celíacos se ha dicho de todo: que somos unos exagerados, que somos muy "tiquismiquis", o directamente que somos muy radicales, pero también que somos algo así como superhéroes cuando en un plis plas preparamos comida apta en cocinas ajenas, que sabemos escuchar porque entendemos lo que es explicar algo y que pasen de ti, que no somos personas normales (como aquel artículo de prensa) porque siempre lidiamos con lo nuestro con una super sonrisa en la cara y paciencia a raudales en los bolsillos. Y yo querría añadir algo más: que somos empáticos, MUY empáticos me atrevería a decir, porque en nuestro día a día, desde que compramos el pan hasta que vamos a comer fuera, tenemos que estar atentos y tomar las riendas de nuestra situación. 


Navidades, la época de las vacaciones. De los reencuentros familiares. De las reuniones todos juntos. De las cenas y las comilonas. De mesas abarrotadas de comida y gente a partes iguales. De alguna sonrisa seguida de una explicación. De respirar aliviados cuando se han acordado de nosotros. De agobio para muchos cuando descubrimos que no. Sobre todo, para aquellos que van a celebrar sus primeras navidades sin gluten este año.  

Regalos de mil formas y colores esperarán con ilusión ser abiertos, brillantes serpentinas infinitas decorarán nuestros árboles de Navidad, villancicos rallados y con voces angelicales nos martillearán la cabeza en cada tienda y centro comercial, ofertas y promociones inundarán tu buzón y cartera buscando el detalle perfecto... ¿Y, sabes qué? Lo mejor que le puedes regalar a un celíaco esta Navidad, es tu EMPATÍA: acuérdate de él cuando le invites a cenar a tu casa, recuerda que ya no es tan difícil encontrar algo apto para postre, que si quieres puedes cocinar buceando en los mil blogs de recetas sin gluten que tienes totalmente gratis en Internet, que el escuchar "esto lo he preparado para ti" te saca la más grande de las sonrisas, y que un celíaco, más allá de cenas y comilonas, también quiere disfrutar de esas vacaciones, de las reuniones familiares, de esos villancicos martilleándole la cabeza una y otra vez, y agobiándose, únicamente, por si será capaz de comerse las doce uvas a tiempo, o le entrara la risa y se quedará en la octava como la anterior Nochevieja...

Muy Feliz Navidad para todos... y que la EMPATÍA inunde vuestras Navidades.